7/14/2009

De fantasmas y otros bichos.

Una vez más, justo a unos pasos antes de llegar a su casa, a su hogar, el arrastrar de los pies era inevitable. Esos pies de plomo que siempre le avisaban que ya se aproximaba y que incluso cuando iba distraída o simplemente había olvidado la sensación, hacían acto de presencia y delataban la llegada.

Sandra subió al departamento, sacó lentamente las llaves para hacer el menor ruido posible y pese al temblor de manos logró abrir la puerta.

Igual que los días anteriores, igual que hacía ya cuatro años, el departamento siempre la esperaba a obscuras por lo tarde que salía de la oficina. A tientas buscó el interruptor y cerró los ojos para engañar al miedo y no mirarla, pero en cuanto se hizo la luz, ahí estaba con su sonrisa espectral mirándola desde la cómoda.

Por más que se hacía a la idea de ya a estas alturas, aceptarla incluso como parte de la decoración del departamento o incluso de la familia, el miedo que esa mirada le infundía no se podía hacer cotidiano, ¡Y cómo hacerlo! Si más que la presencia de la mirada, la de la persona o para decirlo claramente, del fantasma, era la que más pesaba.

Tomó valor, una bocanada de aire y se acercó como siempre, fingiendo amabilidad y enfrentó como todas las noches el miedo profundo que le inspiraba.

Con la voz todavía un poco temblorosa, pero intentando controlarse lo más que podía, la saludó fríamente, le preguntó que cómo andaban las cosas, le contó cómo había estado su día en la oficina y demás trivialidades que ya se habían hecho costumbre en esa relación de espectros.

Mientras los saludos y las pláticas avanzaban la tranquilidad iba llegándole al cuerpo y ya con más calma comenzó a hacer las labores nocturnas y a esperarlo a él, a su amor.

El espectro se quedó en su sitio y continuó con su mirada de ultratumba y su sonrisa de triunfo después de la muerte.

Él llegó un par de horas después, jovial, cariñoso, atento. Saludó y besó al espectro, al retrato de esa que había sido su esposa por muchos años y que no dejaba ir porque estaba antes que cualquier ritual de llegada. Después de esto entró en la cocina en donde encontró a Sandra hermosa, radiante, viva. La besó en la frente y Sandra sólo pudo aparentar alegría al verlo, aunque por dentro lamentaba profundamente el haberse casado con él y con su difunta esposa.


Nunca lograría estar a la altura de la muerta por más que se esforzara y el miedo cedió a una infinita tristeza.

6 comentarios:

Rosario Collico dijo...

Dos cosa me gustaron de este envío tuyo. El arcaísmo "obscuridad" y el tema del cuento que es apasionante.
Pero justamente por eso es que me resisto a que sea tan corto.
El trío con un fantasma es una idea que tiene muchos costados interesantes.
Besos

Malinata dijo...

TRIO!!! Por Dios, no se me había ocurrido eso pero efectivamente, es un trio dinámico jijiji.

He tratado de hacer el ejercicio de continuar las historias que me has comentado, te gustan para más, y no sabes qué difícil se me hace continuar con el desarrollo pero me mueves a seguir adelante y ya veremos, igual se me antoja la parte dos que hable de los bichos y no de los fantasmas, no crees?
Saluditos.

Juan Carlos Hernández Benavides dijo...

Hola Chicome Océlotl,

En mi humilde opinión, la extensión del cuento (así como está), funciona muy bien.

Saludos,

Juan C.

letra de tango dijo...

Al fin me deja esta máquina tirana publicar un comentario. Lo leio varias veces por esto de que no me dejaba comentar
A mí me gustó mucho la idea. Eso que vas dejando entrever de a poco y que siento tan real y patético al final.
Creo que lo resolviste bien, por lo menos a mí me gustó mucho
Besos

Malinata dijo...

Juan Carlos:
Gracias por el comentario, es difícil incrementar, así es que por el momento, se queda como está.
;)

Letra:
No pierdas la cordura con estos aparatejos. Yo ya aprendí a quererlos y ahora que son mis amigos, me dan más beneficios sinsabores jijiji.
Gracias por el comentario y me gustó tu palabra de "patético", efectivamente así parece, aunque no sabría decir quién de los dos, es más, si él o ella, no crees?
Saluditos y gracias.

Clara dijo...

¡Pobre mujer! Siempre revoloteándole encima la sombra de la muerta.
Un relato interesante.

Beso,
Clara.