7/19/2009

TODO POR AMOR

TODO POR AMOR
Haydée Guzmán


Alcira estaba loca. Por lo menos eso dicen los que la conocieron. Alcira intentaba recordar, pero mejor no, porque presentía que la palabra loca se inició en boca de Arturo.

Alcira estaba protegida, Arturo se ocupaba de eso. Puso tres mujeres para que la atendieran. Ella solo tenía que pedir para que alguna de las tres le cumpliera el deseo, pero qué deseaba. Si Arturo no estaba cerca es muy difícil que ella lo supiera, y si estaba no se animaba a decirlo.

Según parece hace años que estaba loca, era algo que se decía y se repetía sin ningún reparo, en su presencia, en presencia de cualquiera, incluso de desconocidos. Alcira lo había aceptado, como había aceptado que las ideas de Arturo se hicieran sus ideas.

Él salía del departamento, tenía que trabajar. Como un burro y a sus años, tenía que trabajar para que a la reina (como solía decirle Arturo) no le faltara nada. Claro, aunque Alcira tenía el presentimiento de que lo que no le faltaba era alguna cosa. Cosas tenía más de las necesarias. Ropa que jamás usaría, alhajas, zapatos y carteras de los más legítimos cueros. Tal vez porque había entendido que lo único que podía pedir eran cosas, las pedía. Muchas veces insólitas, como la vez que pidió un reloj para la mesita de luz, con números grandes para verlos desde la cama y el frente inclinado para no tener que voltearlo para darle cuerda, ah, y de color azul, por la alfombra. O cuando consideró indispensable tener una campanita para llamar a las chicas, así no tenía que hablar. En otra oportunidad compró un pasaje a España, donde vivía su hijo, pero claro debía ir sola, Arturo no iba a ir a visitar a su hijo al otro lado del mundo para que el pobre viera a su madre loca, y al final no fue. La billetera siempre estaba colmada de plata, por las dudas de que necesitara algo y Arturo no estuviera.

Después del desayuno y un beso rasante sobre su frente, él se iba. Hasta la noche y a veces hasta después de dos o tres días. Alcira se sentía libre, como si hubiera escapado al radar, un radar del que no podía desprenderse. Como si fuera un planeta y su órbita, si sale de la órbita corre el peligro de desintegrarse o quedar en una especie de limbo, un flotar en la nada, sin nada. Alcira temía del limbo y por eso esperaba ansiosa las llamadas que confirmaran que seguía en la órbita correcta y, al mismo tiempo, le dieran libertad hasta que Arturo regresara o repitiera la llamada, porque, cuando no estaba, él llegaba a llamar hasta tres y cuatro veces por día. Alcira sabía que Arturo tampoco podía perder de vista su planeta.

Tres personas para cuidarla, atenderla… y algo más. Ella sabía que todo cuanto dijera o hiciera iba a ser comunicado a Arturo, por eso tenía que cuidarse. Es elegante decir que son enfermeras o estudiantes de medicina que además de ayudarla le hacen compañía; llenan la casa de caras jóvenes trayendo a sus amigos; le dan la oportunidad de una charla interesante. Alcira es muy culta, necesita pares para entretenerse en una charla. Arturo era un par.

También estaban los fines de semana y por más que ella insistiera en que fuera a visitar algún amigo, y él mismo inventara salidas “porque es muy difícil estar tanto tiempo en compañía de una loca”; igual quedaban horas para compartir. Arturo aprovechaba esas horas para encerrarse en su cuarto, tener llamadas telefónicas que Alcira no escuchaba pero sabía, conocía de memoria frases como: “y, te imaginás, acá, haciendo guardia”; “ojalá pudiera ir a verte, sabés cómo te necesito, pero después de estar con vos, vengo y tengo ganas de matarla”. Alcira sabía con qué número hablaba cuando decía esas cosas. También sabía que hablara con quien hablara, siempre usaba voz de resignado, de mártir virtuoso que acepta con gusto la condena asignada, porque cree en el Cielo y en el Juicio Final, del que quiere salir airoso.

En general Arturo aprovechaba esos momentos en los que no le quedaba más remedio que compartir con Alcira para explayarse sobre lo sufrida que era su vida. Sin tiempo para disfrutar. Con amigos que tenían esposas sanas y podían programar un viaje, una salida al cine. Claro, ellos no iban a ningún lado desde que ella se puso peor. Antes salían con una amiga de Arturo, los tres. O se quedaban en el departamento a escuchar cómo Arturo comparaba y Estela era tan mujer, tan práctica para resolver las cosas, mientras que ella era incapaz de servir un té. Igual, cuando cenaban en el departamento, Alcira tenía un escozor que no podía definir ¿por qué Arturo insistía en que ella lavara los platos, mientras ellos dos se quedaban en el living charlando o viendo una película?, desde la cocina los oía reírse, hablar, la pasaban bien y ella no tenía ganas de volver. Volver era repetir las comparaciones que no la beneficiaban. ¿Será por eso que un día decidió ser sorda?

Desde que quedó sorda y el pobre técnico nunca acertó en ajustar su audífono, Arturo encontró más reproches, más reclamos, más lástima de sí mismo por haberse casado con una mujer enferma y no tener agallas para separarse. ¿Serán agallas lo que le faltaron, se preguntaba Alcira? Y dejaba la pregunta a un lado y cada vez que Arturo hablaba de separación repetía sus escenas, sus intentos de suicidio, sus internaciones psiquiátricas. Y así seguían. Uno y otro.

Cada quien midiendo hasta dónde daba la situación. Un círculo que se estrechaba a cada nueva enfermedad de Alcira, a cada nueva impaciencia de Arturo. Alcira recibió tantos desprecios, primero en la panza, operación tras operación y Arturo y su séquito de compañeras pagas y gratuitas ayudándolo a superar tantas desgracias.

Un día, Alcira cansada recibió todo el desamor en medio del pecho. Fue el día en que Arturo le dijo “me voy, te dejo, no quiero verte más”. Alcira tuvo una bronquitis, un lapso de desmemoria, pérdida absoluta de la razón. Yo diría un descanso, una primera partida. Y así, descansando se murió, y ahora Arturo está perdido, tratando de encontrar qué enfermedad le cae mejor.

11 comentarios:

Rosario Collico dijo...

Haydée, cuando leo tu cuento me doy cuenta de los círculos viciosos en los que cualquiera puede verse metido, tal vez sin ser tan extremos como el de Alcira y Arturo.
Un beso.
Rosario

Juan Carlos Hernández Benavides dijo...

¡Muy bueno tu cuento! Me gustó mucho.

Saludos.

letra de tango dijo...

Viste Rosario, y vamos cayendo en esos círculos sin darnos cuenta y cuando queremos acordar estamos atrapados. Pero el atrape es mutuo, no hay un enfermo y uno sano, los dos son enfermos, eso quise contar

Besos
Haydée

letra de tango dijo...

Gracias Juan Carlos
Está mal decirlo, pero a mí también me gustó, jajaja ya somos dos
Gracias por leer

Haydée

Malinata dijo...

Mi querida Letra:
En psicología hay algo que se llama ganancia secundaria y efectivamente, como ya comentaron, el enganche no es de un sólo lado, la necesidad está en el adicto y en la enferma (en este caso literal), y cuando se termina el foco de dependencia, ambos siguen sufriendo porque ya estaban acostumbrados.
Me gustó la historia y refleja la vida de muchos y muchas (creo que más muchas), que viven con su codependencia aún y golpes y violencia de por medio, mucho más cruel que las simples enfermedades de Alcira.
Saluditos.
Nata.

letra de tango dijo...

Querida Nata, ese es el punto que justamente quise tocar, la GANANCIA secundaria. Ella tenía la seguridad material que necesitaba y él tenía la justificación para nom vivir, o vivir a medias sin jugarse, todo porque era un mártir que no abandonaba a una mujer enferma, y además conseguía el apoyo y la consideración de los demás.
El disparador de este texto fue un cuento que lei de Luisa Valenzuela (no sabía que escribía tan bien) que nada que ver porque es un caso de secuestro y el trauma de luxemburgo (así se llama?)

Gracias por leer
Haydée

Arturo Herrera dijo...

Querida Hydée, me ha gustado mucho tu texto y el punto medular que tocas sobre las relaciones tóxicas o codependientes; siempre producen estas 'ganancias secundarias' y se mantienen así por años y años debido precisamente al confort que producen.
Un beso
PD, creo que en realidad las relaciones de proximidad entre secuestrador y víctima es "Síndrome de Estocolmo"

PD2, No entendí la pregunta en el FB, ¿Dónde no aparecen tú y Rosario?

Clara dijo...

Muy buen cuento.
La trama muestra claramente la situación patológica en que ambos se hallan inmersos.

Beso,
Clara.

letra de tango dijo...

Arturo, gracias opor comentar y MUCHAS GRACIAS POR EL SINDROME, SI ESTOCOLMO, ESTOCOLMO AHORA LO ESCRIBO CIEN VECES.

La locura y las relaciones con locura son un tema recurrente en mi porque no llego a comprenderlas y si bien sé que no hay que entender, intento

Besos

letra de tango dijo...

Gracias Clara,por leer es un aliciente

Cariños

mariarosa dijo...

Haydée: que buena historia, te dejo mi admiración y un saludo.

Pobre Alcira, ¿cuántas abrá, verdad?

María Rosa