6/18/2011

La hora de la estrella, Clarice Lispector

Todo en el mundo comenzó con un sí. Una molécula le dijo sí a otra molécula y nació la vida. Pero antes de la prehistoria estaba la prehistoria de la prehistoria y existía el nunca y existía el sí. Siempre lo hubo. No sé cómo, pero sé que el universo jamás comenzó.
Que nadie se engañe, sólo consigo la simplicidad a través de mucho trabajo.

La hora de la estrella, Clarice Lispector.

El primer párrafo (excepcional) de la novela (excepcional); para ustedes...

Otro más:
Sí, mi fuerza está en la soledad. No tengo miedo ni de lluvias tempestuosas ni de grandes vendavales desatados, pues yo también soy la oscuridad de la noche. Aunque no aguante oír ni silbidos ni pasos en la oscuridad. ¿Oscuridad? Me acuerdo de una novia que tuve: era una muchacha-mujer y con qué oscuridad dentro del cuerpo. Nunca la olvidé: jamás se olvida a una persona con la que se durmió. El acontecimiento queda tatuado, marcado a fuego en carne viva y todos los que perciben el estigma huyen con horror.

Y otro:
...que la palabra es fruto de la palabra. La palabra tiene que parecerse a la palabra. Tomarla es el primer deber para conmigo. Y la palabra no puede ser ornamentada y artísticamente vana, tiene que ser sólo ella misma.

Y otro:
Escribo porque no tengo nada que hacer en el mundo: estoy de sobra y no hay lugar para mí en la tierra de los hombres. Escribo porque soy un desesperado y estoy cansado, no aguanto más la rutina de serme y si no fuese la sempiterna novedad de escribir, me moriría simbólicamente todos los días. Pero estoy preparado para salir discretamente por la puerta del fondo. Experimenté casi todo, incluso la pasión y su desesperación. Yo ahora sólo querría tener lo que hubiese sido y no fui.

Comentario uno:
Realmente el personaje es el acto de escribir, el escritor (el/ella (aquí encuentro costructos sociales de género (hembra/macho) redacta desde sus instintos creativos) sólo narra lo que le sucede. Es un devenir, un soliloquio con el ser y la nada, con Bloom (en su dia, hoy 16 de junio) en la playa de Dublín. Con K en el proceso o el castillo. Es una escritura (lectura desde el narrador) de las complejas ideas al escribir desde una mirada sensible (hipersensible). Donde el sentimiento de derrota, tristeza y horror adquieren dimensiones exultantes.

Un párrafo más:
Este no saber puede parecer malo pero no lo es tanto porque ella sabía muchas cosas, así como nadie le enseña a abanicar la cola a un perro ni a una persona a sentir hambre; se nace y de inmediato pasa a saberse. Así como nadie le enseñaría un día a morir: seguramente un día moriría como si antes se hubiese estudiado de memoria la representación del papel de una estrella. Pues en la hora de la muerte las personas se vuelven brillantes estrellas de cine, es el instante de gloria de cada uno y es como cuando en el canto coral se oyen agudos sibilantes.

Otro:
¿Tendría ella la sensación de que vivía para nada? No lo puedo saber, pero creo que no. Sólo una vez se hizo una pregunta trágica: ¿quién soy yo? Se asustó tanto que dejó totalmente de pensar.

Y más:
Ella era callada (por no tener lo que decir) pero le gustaban los ruidos. Eran vida.

más:
Claro que era neurótica, no hay ni siquiera necesidad de decirlo. Era una neurosis que la sustentaba, mi Dios, por lo menos eso: muletas. Una que otra vez iba para la Zona Sur y se quedaba mirando las vitrinas resplandecientes de joyas y ropas satinadas, sólo para mortificarse un poco. Es que extrañaba el encontrarse consigo misma y sufrir un poco es un encuentro.

otro:
Lo que sigue es apenas una tentativa de reproducir tres páginas que escribí y que mi cocinera, viéndolas sueltas, las arrojó para mi desesperación a la basura —que los muertos me ayuden a soportar lo casi insoportable, ya que de nada me sirven los vivos. Ni de lejos conseguí igualar la tentativa de repetición artificial de lo que originalmente escribí sobre el encuentro con su futuro novio. Con humildad, contaré ahora la historia de la historia. Por lo tanto, si me preguntaran cómo fue, diré: no sé, me perdí el encuentro.

Comentario dos:
Párrafo seductor. Quién que escribe no ha sentido el dolor y la tristeza de perder esa historia, que por azar y destino elucubró mentalmente y que se perdió en el olvido... para re-escribirla con palidez algún tiempo después...No queda más que decir que: “Si me preguntan cómo fue, diré: No sé, me perdí el encuentro”

uno más:
—Estoy sola en el mundo y no creo en nadie; todos mienten, a veces hasta en el momento del amor. Yo no creo que un ser hable con el otro, la verdad sólo me surge cuando estoy sola.

el último:
No olvidar que, mientras tanto, es tiempo de frutillas.
Sí.

1/18/2011

LA SOLEDAD NO ES PARA TODOS

La soledad no es para todos - Hojas de otoño.

Andrea, pensó en los ciclos de la vida, y que cumpliría cincuenta y un años dentro de un mes.A través de su ventana, fijó la mirada en la ventana del edificio vecino, era limitado el espacio que las separara; estaban casi pegadas. Ver el sol, desde allí adentro, era sólo una ilusión.Vio desplazarse gente haciendo diferentes tareas, que parecían personas. Ella también, parecía una persona. Fue cerrando lentamente lo ojos y se dejó llevar por los recuerdos.Nada la perturbaba, ni siquiera aquellas vagas evocaciones de los seres queridos.En los últimos treinta años, todos habían muerto.Quedó muda y vestida en su interior, siempre de luto. Se preguntó si acaso, a pesar del empeño que cada cual pone en transitar el camino de la vida, esta no se presenta fiera para muchos, como le había ocurrido a ella.

El sendero artero le había mostrado con pertinacia, esa boca con colmillos afilados y sobre todo las manos. Aquellas manos tenían venas como nervaduras y afilaban dagas, que iban dirigidas a su persona. Trataba infructuosamente de esquivarlas. Sintió siempre, que sus gozos casi no existieron. ¿Algo habría estado mal dentro de sí? Nunca supo que pudo haber sido.Se sintió estúpida, aunque ya era tarde también, para sentirse estúpida.Estaba marchita, como las hojas doradas que en esa tarde de otoño se ofrecían en un último sacrificio. Yacían en las veredas para ser pisoteadas y crujir con un lamento lejano, debajo de las suelas de los zapatos de los transeúntes indiferentes.Ella, también había perdido toda sensibilidad por las cosas bellas que la existencia, ofrece a otros. ¡Es que las había disfrutado, tan poco!Quiso ser una hoja como esas, seca ya estaba. Tomó impulso. El estrecho, margen entre los edificios, le dio sin embargo el espacio justo para extender sus brazos.

Sabía lo que le esperaba, lo había buscado, por breves instantes se sintió libre como un pájaro.

Con todo cariño, Clara




10/30/2010

EL HOMBRE ENTERO

El hombre entero

El hombre del látigo que usó de horca, se asomó al espejo. Su imagen se transfiguró, se vio tal cual era. Se observó como una hidra, a la cual ya le faltaban cuatro de sus siete cabezas.Profirió un grito desgarrador. Se recompuso. Observó a través del reflejo que le devolvía el vidrio, el cuerpo inerte de su amante en el suelo. Sintió alivio y pena. Lo del alivio fue eterno, la pena duró sólo un momento, el mismo pequeñísimo tiempo que el pavor, que lo dominara completamente.

Se vistió como corresponde a un hombre entero, salió por la puerta sin mirar atrás, no sintió remordimientos. ¿Qué era eso de querer endilgarle a él, un hijo? La mujerzuela, no quería abortar y amenazaba la paz de su familia perfecta. El arreglaría el entuerto, contactos no le faltaban. Inmediatamente mandó limpiar el chiquero. Hoy escaló más posiciones, todos lo saludan a su paso, con sumo respeto. Se lo nota apurado, se dirige a un hotel donde lo aguardan Gisela y Brenda.


Clara.

6/21/2010

Extraño viaje.

Manejaba a gran velocidad. Le pesaba la cabeza y un zumbido en sus oídos lo molestaba, era como tener una abeja en ellos.
Atardecía. Un campo sembrado de verde le hacía compañía y corría a su lado igual que una película por la ventanilla. Se sorprendió al notar que el velocímetro subía solo, 210…240… ¡No podía ser!
Los frenos no respondían.
Un sudor helado bajaba por su espalda. Viajaba sin tocar el asfalto, no comprendía qué estaba sucediendo. Su mente se negaba a concentrarse, aún así, vislumbró que iba camino a la muerte, pronto se estrellaría. Las manos se crispaban en el volante, intentó aflojarlas y notó que temblaban. Sudaba, el temblor bajo por su cuerpo, era miedo, el mismo que de niño lo aterrorizaba en la oscuridad.
Cruzaban por su mente escenas de su vida, niñez, padres.
Sus padres… aún los extrañaba. Muchas veces dudaba si había sido un buen hijo. Se había dedicado a estudiar, viajar de universidad en universidad y los fue olvidando. Cuando regresó para establecerse en el país, ellos ya habían muerto.
Retomó una ruta de tierra, levantaba nubes de polvo y en el horizonte se anunciaba un bosque de pinos. Desconoció el lugar, un camino en declive lo llevaba como en una alfombra voladora.
¡Me voy a estrellar! –gritó. Su espalda era un nudo rígido y doloroso. Gotas de sudor caían por su cara.
Descendía, todo adquiría un celaje verdoso. Imaginó estúpidamente que estaba dentro de un helado de menta.
Logró dominar la velocidad, se fue tranquilizando.
Al fin se detuvo. Se reclinó en el asiento y cerró los parpados. Respiró hondo. No supo cuantos minutos estuvo allí, sin ver.
Abrió los ojos.
Frente a él apareció una laguna. Parecía un remanso de paz. Las aguas se movían en suaves honda que llegaban blandamente a la orilla.
Vio algunas personas caminando, ajenas a su presencia. Todo era quietud y silencio. El celaje persistía dando al paisaje una apariencia irreal.
Bajó del coche, un aroma a manzanilla y romero lo recibió. La paz del lugar se manifestaba en sus miembros, se sentía liviano. La molestia de la espalda había desaparecido, el temor también.
Una pareja caminaba hacía él. A medida que se acercaban, reconoció a sus padres. ¡Imposible!
Llevaban un andar como de hoja volando en cámara lenta. Se acercaron, su madre lo besó, le regalo una caricia sin hablar. Su padre lo palmeó en la espalda, los dos sonreían.
Se alejaron tomados de la mano. Quiso correr tras ellos, no pudo, algo invisible lo sujetaba.
Quedó mudo mirándolos hasta que se perdieron tras los pinos. Un sabor salado bajó hasta su boca: lágrimas. ¿Cuánto hacía que no lloraba?
¿Dónde estaba?
¿Qué lugar es éste? −se preguntó.
Giró mirando el paisaje, la niebla lo rodeaba.
Subió al automóvil.

Golpes. Uno tras otro, lo sacaron de su ensoñación, sus parpados estaban cargados, no lograba abrirlos. Nuevamente el sonido.
Le pesaba la cabeza, la levantó con esfuerzo.
Estaba en su coche, alguien golpeaba la ventanilla. Bajó el vidrio.
Se encontró con un joven asustado, que lo miraba.
—¿¡Señor está bien ¡? —Le preguntó.
Quiso responder, la lengua seca pegada en el paladar se lo impedía. Hizo un gesto con la mano para que el otro entendiera que sí; estaba bien.
Abrió la portezuela, el muchacho lo miraba preocupado.
—¿Quiere que llame a una ambulancia? —le dijo acercándole una botella de agua.
—No, sólo estoy mareado. ¿Qué me pasó?
—Manejaba muy rápido, como un loco, de pronto comenzó a zigzaguear, creí que iba a estrellarse, salió de la ruta, fue disminuyendo la velocidad y al fin se detuvo hasta quedar aquí, frente a este bosque. Permaneció contra el volante mirando la nada. Grité, golpeé y usted parecía estar en otro mundo –dijo mientras se secaba la transpiración y respiraba aliviado.
—Creo que sí —respondió— estaba en otro mundo.

5/25/2010

LA JAURÍA SIEMPRE GANA

Se llama María Luisa, pero prefiere que le digan Marilú. El único que recuerda su verdadero nombre es el documento de identidad – María Luisa Alcántara. Apellido de una alcurnia que nunca tuvo. Ya pasó, hace rato, los cincuenta, en años y en peso.
Se viste con sus mejores pilchas, compradas allá por los años… no se acuerda cuáles. Sabe que no están a la moda, pero qué le importa a ella que ya no se usen, como no se usa la ginebra con nostalgia en la mesa del boliche, o lucir una flor en el ojal. Tantas cosas hay que no se usan.
Está detrás de la barra de un bar. Un bar de barrio en el que trabaja como mesera desde que llegó a La Plata (copera, dirán muchos). Se siente importante en ese lugar, como invisible. Los rumores dicen que hoy es el último día que abre el bar.
Apoya la mano sobre el mostrador y acaricia esa madera lustrosa de tanto vaso apoyado y tanta ginebra volcada.
Mira hacia el interior del bar, en una nebulosa de humo de cigarrillos pasados y presentes, y encuentra entre las mesas cientos de vidas confesadas después de la ginebra, incluso la suya misma.
El bar está desierto, todavía no llegó ninguno de los acostumbrados clientes, y no sabe si se atreverán a venir. El barrio cambió, cambiaron los vecinos y como tantas otras cosas que no se usan, los barrios ya no usan madrugadas con borrachos tristes. Los vecinos se quejan de sus gritos, sus peleas, sus orines… han pedido la clausura.
Marilú sueña y en su sueño llega con la mano hasta el borde del mostrador donde hay una lámpara que nunca se prendió, simple adorno abandonado, y la prende. Al lado de la lámpara encuentra un pelo suave y mojado de lluvia de gata caminadora de cornisas. Un animal que nadie sabe cuándo llegó ni por qué se quedó, y de tan simple la llamaron gata, lo que era. Marilú le envidia que nunca se caiga de las cornisas, ella que tantas veces se cayó.
La mirada de Marilú recorre el espacio y encuentra la mesa donde se sienta el poeta que no escribió un solo verso, y al lado, justo en la esquina, la mesa de la que espera al que no viene mientras relojea al poeta y así pasa la vida.
Marilú ve con claridad que el poeta tiene un sombrero sobre la mesa, lo lustra con la manga de su saco gastado, hace ademán de ponérselo y vuelve a dejarlo en la mesa. La que espera se levanta, va hasta la mesa del poeta y agarra el sombrero, el poeta no la deja, tironean y el sombrero queda hecho un bandoneón, tal vez el que falte hoy para darle a Marilú un poco de música y compasión.-
Marilú sigue la escena con atención Se están peleando el poeta que se quedó sin letra con la joven que se quedó sin juventud.
El sombrero cae, queda abandonado en medio de las dos mesas, en el lugar en el que tal vez quedará para siempre. Igual que cuando Marilú ya no lo vea, cuando deje el mostrador porque el día se termina y no haya guerra que ganar.
La palabra guerra suena en su cabeza como resorte que la impulsa a tomar una última decisión: Marilú abrirá el bar y esperará a sus clientes, se quedará a pelear por sus borrachos contra la jauría civilizada, aunque sabe de ante mano que nada puede hacer ante una faja de clausura.

Registro de safe creative:
Código: 1005226360814
Fecha 22-may-2010 3:32 UTC

5/10/2010

La teoría de todo, Ken Wilber

Liga al libro.

LA TEORÍA DE TODO

Si al descomprimir les pide contraseña utilizar 1libro+

Si no tienen el programa para descomprimir rar, descargarlos de aquí

5/07/2010

Del amor y otros ensayos, A R Orage

Para quien quiera leer el ensayo de Orage dejo una liga.

http://www.4shared.com/file/17011779/eef9ca56/34339.html