2/14/2010

LOBO DE AGUA




Se hunde en el agua helada pero no siente el frío, la piel lo abriga como una manta. Nada hacia el horizonte siguiendo el camino plateado de la luna llena.

A Hilario Wolf nunca le interesaron los horóscopos. Bastante tenía con defenderse del berretín exótico de sus padres a la hora de bautizarlo.

Tampoco ellos se ocuparon del asunto astral de su hijo de haberlo hecho, tal vez y sólo tal vez, podrían haber pospuesto (nunca evitado) el incomprensible desenlace. Como gente de bien que eran tenían su tiempo comprometido entre el trabajo y la educación de Hilarito quien siempre había sido un niño tranquilo pero tenía algunas peculiaridades que, por lo menos, asombraban a su madre: “Este chico tiene fijación con la luna”, le decía Cata a su marido, “pareciera que la espera todas las noches”. El señor Wolf emitía algún “ahá” mientras leía el diario hamacándose, según sus propios ritmos, en una mecedora de mimbre. No terminaba de entender los mecanismos de ese hijo un poco taciturno que no se podía comprometer con nada terrenal, ni siquiera era fanático de Racing; para qué negarlo eso lo desilusionaba un poco.

La otra locura de Hilario era el agua.

Desde que pudo caminar se metía en cuanto charco encontraba; sentía una felicidad animal al revolcarse en ellos y terminaba lleno de barro hasta las orejas. Si Cata regaba el jardín el chico se interponía entre el chorro de la manguera y los rosales. Jamás puso reparos a la hora del baño, pasaba horas en la tina hasta que, con el agua ya fría, su madre lo obligaba a salir. “Mirá lo arrugados que tenés los dedos” le decía Cata mientras lo envolvía en un toallón blanco con una guarda de patitos. Y qué decir de la lluvia… le era simplemente irresistible. “Este chico tiene alma de pescado”, decía Cata, por si alguien la escuchaba, al tiempo que lo veía correr por el pasto mojado desde la ventana de la cocina.

El sueño recurrente apareció a los ocho años junto con las molestias en los pies. “Los tendrá planos”, sentenció don Wolf como terminando el asunto, pero Cata no terminó nada y lo llevó al médico.

Se hunde en el agua helada pero no siente el frío, la piel lo abriga como una manta. Nada hacia el horizonte siguiendo el camino plateado de la luna llena.

Después de examinarlo por un rato el clínico se jugó por “dolores de crecimiento” y le recomendó que empezara natación. “Es el deporte más completo que hay señora ya va a ver como en poco tiempo no le duele más nada”.

Temerosa pero incapaz de contradecir a un facultativo Cata lo inscribió en la pileta del club del barrio. El empleado toma los datos, habla de cuotas, de revisaciones médicas mensuales y de horarios de clase; Hilario hipnotizado por los reflejos azules que atraviesan una pared de vidrio tira dos veces de la falda de su madre y casi sin aliento dice: “Mamá, empiezo hoy”.

Se hunde en las aguas heladas pero no siente el frío, la piel lo abriga como una manta. Nada como loco siguiendo el camino plateado de la luna llena.

Apenas necesitó del instructor, Hilario era un intuitivo del nado. No había quien le ganara cuando se armaban las competencias en las cuales la masa liquida es dividida por collares de colores. Cada niño en una calle azul lucha contra el agua, la respiración y la sincronización de la patada; Hilario simplemente es él mismo.

Años más tarde una astróloga estudió el caso Wolf y fue ella quien dio la explicación más apropiada. “Está todo muy claro en su carta astral”, reveló como si todo fuera muy obvio, a la gente del noticiero, “este chico tiene un fortísimo ascendente en la luna y su elemento es el agua. Nunca vi una carta con esta disposición de los astros, nunca. Y por supuesto hay un componente sobrenatural sobre el cual tengo alguna teoría… “

Se hunde en el agua helada pero no siente el frío, la piel lo abriga como una manta. Nada hacia el horizonte siguiendo el camino plateado de la luna llena.

La transformación de niño blando a joven fibroso y moreno demandó, al decir de Cata, “lo que un suspiro”. Hilario se acostumbró tanto al dolor de sus pies en la tierra como al extremo placer en el agua.

“Quiero conocer el mar” les dijo a sus padres poco antes de cumplir dieciséis. “Buena idea”, respondió su padre. Cata hubiera querido opinar.

Llegaron a Mar de los Lobos un atardecer de febrero y poco después de acomodarse en el hotel don Wolf y Cata accedieron a los ruegos de Hilario quien los arrastró a través del aire salino hasta la playa oscura. Las olas rugían como monstruos amables y desde lo alto la luna trazaba el camino plateado tantas veces recorrido en sueños.

El dolor en sus pies se hizo intolerable pero corrió hacia la rompiente sin mirar atrás.

No había otra luz que la de la luna pero Cata asegura a quien quiera escucharla que la piel de Hilario se volvió gruesa como la de un lobo de mar.

Safecreative Código: 1002155522382

2 comentarios:

Arturo Herrera dijo...

Ro, ya comenté en FB, aquí sólo pido a los lectores dejen constancia de su paso en este espacio.

Un abrazo

Malinata dijo...

Maravillosa idea de la metamorfosis del que nació niño y se convirtió en lobo.
Más maravillosa esta idea de que la naturaleza llama, los astros se conjugan y las fuerzas atraen.
Ya tenía rato queriendo comentar pero por fallas técnicas no había podido e insisto, como siempre es un placer leerte.
Nada más relee esta parte, creo que le faltó algo:
"Tampoco ellos se ocuparon del asunto astral de su hijo de haberlo hecho...