7/11/2009

ALCOHOL EN GEL

Alcohol en gel

Rosario Collico

Arisméndez se miró al espejo y no pudo evitar el acostumbrado ramalazo de pena. Era curioso que se nombrara a sí misma “Arisméndez” tal como solían hacerlo sus compañeros de oficina. El “Lucía” había quedado atrapado en los labios susurrantes de mamá, que la llamaba –sobre todo al final– con un hilito de voz cada diez minutos. En realidad la vieja no quería agua, ni que le levantara la almohada, ni hacer pis. “Mamá tenía miedo de irse sola sin que yo la tomara de la mano”, se dijo y volviendo al espejo comprendió que con ese corte de pelo se le parecía y volvió a extrañarla.

Se había levantado cansada con una desazón anudada en el estómago que le provocaba una especie de letargo. Iba ya con diez minutos de atraso. Se puso el abrigo y aseguró cada botón, incluso el que se ajusta al cuello pues la radio había anunciado la temperatura más gélida del año. Se calzó el gorro de lana hasta los ojos, se enroscó la bufanda, contó las monedas para el colectivo y salió de su casa no sin antes guardar en el bolsillo del tapado rojo el envase de alcohol en gel, oro en polvo en esos días de pestes nuevas.

No hay peor enemigo que el que no podemos ver; según decían los diarios y la televisión los malditos virus de la gripe se podían esconder en todos lados; la única prevención era lavarse las manos continuamente y evitar que algún infectado tosiera sobre una persona sana. “Por suerte mamá se salvó de esto, no hubiera resistido esta epidemia”; con un raro mecanismo su cerebro elaboraba esos pensamientos para sembrar una tranquilidad que no prendía. Qué trabajo habría dado mamá en esta crisis pero lo hubiera preferido cien veces a la soledad de cerrar la puerta sin despedirse de nadie.

En el ascensor recordó que debía lavarse las manos después de tocar cualquier cosa y no más cerrar la puerta tijera se desinfectó con alcohol. Una sensación rara como de frío en la espalda se juntó con el frescor que todavía crepitaba entre sus dedos.

Día gris, veintidós pasos que la separaban de la parada del colectivo. Apretó las monedas en la mano y contuvo la respiración cuando al subir los escalones el tipo de atrás carraspeó sonoramente. En esos días, un estornudo desconsiderado o una simple tos eran la peor de las afrentas.

Sentada en el último asiento libre se tapó nariz y boca con la bufanda y volvió a repetir el rito del gel. Esta vez, al restregar las manos tuvo la repentina visión de huesos descarnados y de nuevo el cansancio pareció abatirse sobre sus hombros.

De pronto la consabida frenada, el cliché del transporte urbano en Buenos Aires; Arismendez se protegió del golpe apoyando sus manos sobre el pasamanos del asiento delantero. Mecánicamente sacó la botellita, no fuera cosa que los virus de algún infectado contaminaran la superficie de metal y se le quedaran pegados. Pero no tuvo fuerza ni para destapar el envase de plástico y todo perdió valor y sustancia: la gripe, el contagio, la tristeza, la oficina. Ante la exclamación ahogada de los pasajeros la mujer de tapado rojo y gorro de lana calzado hasta los ojos cayó blandamente sobre el piso del colectivo.

10 comentarios:

Lol-it! dijo...

Creo que es imposible tener todo "cubierto" ante esta nueva vecina invernal. Y el texto, de alguna manera me lo confirma.
El otro día viajé en el tren y ni bien subí, encontré un lugar libre en esos "cosos" para apoyarte y viajar semiparado (perdón la ignorancia pero no se el nombre) que están al lado de la puerta. El trayecto de casa al trabajo lo hice ahi, y cuando bajé, por unos instantes me sentí triunfal. Pensé "viajé de beccar a nuñez en tren sin tocar una sola superficie en el mismo". Segundos despues cai en la cuenta de que saqué el boleto: manipulé plata y toqué la maquinita que te los da. Ahi me frustré. Es casi inevitable tener contacto con el "mundo exterior" a nuestros hogares sin exponernos constantemente a un contagio.
Y eso no es todo: porque quizas yo viajé en el tren y no toqué nada, pero la persona que viajaba al lado mio es un ser humano! por ende respira... y si está contagiada de la señora gripe, no hay alcohol que valga... me estaba respirando en la nuca.

Muy bueno el texto Rosario, fue una manera diferente y literaria de contar los dias que estamos viviendo.
Un beso

letra de tango dijo...

Muy bueno Rosario, bien tuyo y esa mirada atenta a lo cotidiano, a lo evidente que pasa de largo y a vos te hace pensar.
una sola pregunta, por qué Ariméndez y Arismendez, si se pronuncian igual?

Besos y un placer volver a leerte

Haydée

Rosario Collico dijo...

Lola, mirá hasta dónde llega la paranoia: Me dice el dueño del gimnasio:" Ayer estaba contando plata y se quedaron pegados dos billetes, entonces sin pensarlo me mojé el dedo en la lenguaaaaaaaaaaaa!!!! Me agarró una deseperación terrible así que corrí hasta el botiquín y me mandé un trago de alcohol fino!! Me quemé todo.
La gente está un poco loca, pero más que nada se debe a que quienes deberían velar por la salud dan mensajes tan poco claros que cada uno hace lo que puede.
Besos

Rosario Collico dijo...

Haydéeeee!! mirá lo que me preguntás! y qué se yo?? Le mandé el acento porque sí, en mi cabeza tenía acento escrito aunque sin él se pronuncia igual. Besos

letra de tango dijo...

jajajaja qué suerte que nunca cambies

Yo, tampoco, por lo visto, porque de obsesiva quería encontrar que le llamaran arismendéz o arísmendez, por ejemplo, pero bueno yo mis acentos y mis comas, mejor se van a dormir y no joden a nadie más con sus normas

Clara dijo...

Rosario, muy actual el tema que has elegido para tu relato y muy bien llevado.

Beso,
Clara.

Rosario Collico dijo...

Gracias Clarita.Últimamente se me ocurren escritos o reflexiones sobre la actualidad. Al menos pude trasladar algo de eso a un cuento.
Te mando un abrazo.
Rosario

Malinata dijo...

Mi querida Rosario, qué gusto leerte de nuevo.
Nosotros (los mexicanos), que ya pasamos por ello, nos quedamos con las manos tan sensibles y tan gastadas de tanto gel, que a veces creo que tocamos los sentimientos de los otros con las yemas de los dedos, pero de la gripe, ya nadie se acuerda, y los cuidados y las precauciones pasaron al olvido, sólo las manos sensibles son el recuerdo de todo.
Genial la historia y me gustó mucho el cierre... para pensar.

Juan Carlos Hernández Benavides dijo...

Hola Rosario,

¡Qué bueno volver a leer un relato tuyo! Me gusta como escribes.

¿Y cuándo pase la gripe A(H1N1) que gripe vendrá?

Cordial abrazo.

Arturo Herrera dijo...

Ro, querida, qué gusto leer tus letras de nuevo, espero que el periodo en 'blanco' haya pasado y este sea el primero de muchos.
Un beso