7/11/2009

LA OTRA CARRETERA





Una fina lluvia de otoño tamborileaba alegremente sobre el ventanal despojado de ayeres.
Adentro, el crepitar de los leños cortaba la sensual atmósfera con sus sonidos secos.
Ella se había tendido sobre la alfombra, la calidez del ambiente, el vaso de whisky y la música iban haciendo el resto. Vislumbraba su llegada y esos ojos negros que la podían.
En su presencia, dejaba de ser quien era, de lado quedaba su carácter de acero: se volvía mansa, se abandonaba al devenir del fuego interno, bailaba al compás de su corazón latiendo acelerado, se le cortaba el aliento. Podía tener un orgasmo, solamente presintiendo su presencia.
Mario, era un exitoso ingeniero con excelente planta y adulado por las mujeres, pero por sobre todas ellas la que siempre había contado con su preferencia era su mujer.

Él, le había dicho a Josefina, que lo de ellos era pura pasión que iba a durar lo que durara.
Esto exacerbó sus instintos de fiera indómita, la que habitaba dentro de la pulcritud de su asepsia médica.
Estaba dispuesta a jugar hasta la última carta en ese juego. Quería ganárselo, sacárselo a su esposa.
Esa, no era competidora para ella Josefina López Arrigo, eminente neurocirujana joven y dueña de una excepcional belleza.
Su hermosura competía en importancia con su retorcimiento emocional.
Nunca había amado, pero ahora tal vez…

Los minutos parecían caer somnolientos desde el reloj al piso. Sus oídos cada vez más aguzados esperaban escuchar que el auto se aproximaba, pero su amante no aparecía, tampoco contestaba el celular. La inquietud la estaba destruyendo.
Nadie la dejaba plantada.

Un gesto demoníaco le transfiguró la cara y pensó las diferentes formas en que vengaría esa ofensa, Mario no concurrió.

Despertó de un leve sueño a causa del llamado telefónico que no cesaba, era Javier, amigo de Josefina y quien le hubiera presentado a Mario.
Se estaba comunicando desde la Clínica Pedraza donde Josefina era jefe del servicio de su especialidad para decirle que Marito, tal como lo solían llamar, estaba internado en grave estado a raíz de un accidente carretero.

Rápidamente llegó al centro médico y lo vio allí inmóvil, se conmovió. Extraño en ella, incapaz de abrigar sentimientos de ese tipo.
Marito, necesitaba una intervención quirúrgica que llevara alivio a su delicada situación de salud.
Se prepararía para operar.
El sólo ver a los familiares de él desesperados, tiñó su semblante de un gesto despreciativo.
Le preguntó a Javier qué había sucedido. Se transfiguró, cuando su amigo le dijo que el accidente había ocurrido en una carretera que conducía hacia la casa de Mario.

Se imaginó la escena, él dirigiéndose a su casa, haría el amor con su mujer, y ella sola… esperando.
Derivó el caso a otro colega. Se encerró en su consultorio y profirió un grito ahogado, de rabia, de envidia, de celos.
Mario murió en la operación, su corazón no resistió.
Unas lágrimas lamieron sus mejillas y una risotada de felicidad inundó el ámbito de su cuarto. Si no era de ella, no sería de nadie. La muerte de Mario la alegró profundamente.

Mario se había enamorado de esta mujer.
Josefina nunca supo que aquel anochecer él, le iba a pedir el divorcio a su esposa y como regalo para ella se lo pensaba decir luego, la noche del frustrado encuentro.

Un par de días después, la médica, se cruzó en el laboratorio con un joven doctor y pensó: “¡qué bueno que está el nuevo médico residente!”


8 comentarios:

letra de tango dijo...

Clara:

Me gustó cómo encaraste la historia, los celos pueden destruir lo más querido, incluyendo a uno mismo. Me gustó el planteo.
Si te parece revisá las comas, sobre todo en los primero párrafos porque se confunden la esposa con josefina

Un cariño
Haydée

Clara dijo...

¡Gracias Haydée por leer y comentar!
Me fijé en el tema de las comas e hice algún cambio.
Me pone contenta que te haya gustado el planteo del cuento.

Beso,
Clara.

Malinata dijo...

Mi querida Clara:
Profundo asunto de los celos, de las otras, de cuando uno es la otra, en fin, que a la hora de hacer la cuenta del amor, siempre hay uno que ama más y no necesariamente es quien más lo demuestra no crees?

Relato lleno de humanidad y coincido con Haydée, hay un momento en el que me confundo con los nombres de las ellas y supongo que es por una cuestión de comas, no se, no pude saber por que.

Juan Carlos Hernández Benavides dijo...

Hola Clara,

Cosa sería la médica y su extraña manera de "amar"... Pero en fin, la vida es así, de aquellos especímenes esta repleto el planeta..

Un cordial abrazo.

Clara dijo...

Chicome, gracias por tu comentario. Y un placer leerte nuevamente.

Beso,
Clara

Clara dijo...

Juan, qué bueno que te resultó de interés mi cuento.
Gracias por dejar tu opinión.

Beso,
Clara.

Arturo Herrera dijo...

Clara, bienvenida y un gusto leerte aquí.
Un abrazo
A

Clara dijo...

Arturo, ¡gracias!
Te mando un cordial saludo,
Clara.